Una pareja muy dispareja
Le ocurre a veces a una madre con una hija casadera. En algún momento encuentra la pareja perfecta para su retoño (en rigor es casi lo mismo con los hijos). Pero tropieza con un problema: no hay química. Hillary Clinton y Barack Obama podrían ser una perfecta y ganadora- pareja política. Considerando sus diferencias y similitudes, juntarían fuerzas más que suficientes como para constituirse en la fórmula que le dé el triunfo a los demócratas en las elecciones de noviembre. Pero no hay química entre ellos ni entre sus partidarios. Al revés, a lo largo de una disputada competencia, ambos se han ido distanciando cada vez más. Una reciente encuesta de Gallup mostró una tendencia que puede llevar a la catástrofe: el 28 por ciento de los partidarios de Hillary Clinton preferiría votar por el republicano John McCain si ella va con Obama como compañero de lista. Paralelamente, el 19 por ciento de los obamistas, transferiría su voto a McCain si su candidato llevara a Hillary como Vicepresidenta.. Los participantes en esta larga y desgastante carrera todavía están lejos de la meta. Aún puede haber más espectaculares novedades. Pero ya hay situaciones inesperadas. Obama partió con pocas esperanzas: hace diez meses otra encuesta lo mostró con solo 24 por ciento de las preferencias frente al 46 por ciento de la señora Clinton. Ahora, cuando faltan 520 delegados por asignar para la Convención (se celebrará en Denver a fines de agosto), Obama lleva una vigorosa ventaja: 1.189 delegados contra 1.123. Según estimaciones realizadas separadamente por la Associated Press y de The New York Times, Obama mantendría la ventaja hasta el final. No puede cantar victoria en forma anticipada En esta etapa ninguno de los dos precandidatos tiene posibilidades de juntar los 2.025 votos necesarios para asegurar la proclamación. Es comprensible que, cómodamente instalado en la vereda del frente, John McCain se sobe las manos. Su propia candidatura interna entre los republicanos partió con problemas. Pero un juego político magistral apoyar al Presidente Bush sin contaminarse con todas sus políticas- le permitió ganarse la mayoría de los delegados a la convención republicana (en Minneapolis a comienzos de septiembre). Entre los demócratas, en cambio, el proceso ha sido arduo y doloroso. Hillary Clinton y Barack Hussein Obama lo tenían todo para complementarse. La ex Primera Dama debería aportar el voto de las mujeres, de la gran minoría hispana y de la gente que quiere experiencia; su competidor debería asegurar el voto negro y el de los jóvenes. Pronto, sin embargo, las líneas se cruzaron, entrecruzaron y se enredaron. Lo que pasa es que el electorado ya no responde a estereotipos. Pero, lo peor fue que, en el fragor de la batalla, los contendores olvidaron lo mucho que tienen en común y se han dado con todo. No es lo único. En esta dispareja pareja, hay un tercero: Bill Clinton. Debía ser una de las bases de sustentación de Hillary y se ha convertido como se decía tradicionalmente en Chile, en un bacalao. No aportó lo que se esperaba y a la hora de armar una fórmula con Hillary y Obama, es un lastre insoportable. Muchos temen que en el gobierno de Hillary él actuaría como si fuera el vicepresidente, lo que obviamente Obama ni siquiera puede imaginar. Y si ella fuera la Vicepresidente quedaría la duda del papel real de su marido. Son las paradojas de la política. O, lo que es lo mismo, el reconocimiento de que en todas partes se cuecen habas.
Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en Marzo de 2008 |