Alguien nos mira siempreGeorge Orwell anticipó, en su obra ''1984'', un mundo en el cual las personas estarían permanentemente vigiladas. Como toda predicción seria, la hizo fundamentalmente a partir de las tecnologías conocidas en su tiempo. Obviamente, no podía saber, como sabemos hoy, que la vida cotidiana en el siglo XXI estaría marcada por la omnipresencia de la computación y sus derivados. El miércoles pasado, el fiscal general (equivalente al ministro de Justicia) norteamericano anunció diversas medidas para el mejor aprovechamiento de la tecnología de identificación basada en el ADN, ''una de las herramientas más poderosas que se han desarrollado después de las huellas dactilares''. Ese mismo día, en ''The Washington Post'', se exponían públicamente los temores de grandes sectores norteamericanos frente a la aplicación, ya iniciada, de sistemas de identificación facial en grandes aglomeraciones de público. Por si fuera poco, ya se anticipa que en el futuro, los teléfonos celulares tendrán incorporada ''la capacidad de dar a conocer en cualquier momento su ubicación exacta''. El aspecto positivo es lo que siempre se subraya en estos casos. El fiscal general John Ashcroft dijo que la identificación generalizada gracias al ADN es ''una forma de descubrir a los criminales, proteger a los inocentes y resolver crímenes''. En el caso de los ''scanners'' faciales, ya utilizados en un estadio de Tampa, Florida, el propósito es prevenir actos delictivos y su aplicación se considera en aeropuertos y puertos para controlar la acción de terroristas. Por último, cualquier padre con hijos adolescentes -o hijo con padres mayores- recibirá como una bendición del cielo un instrumento que le permita localizar al hijo en noches de ''carrete'' o al padre con Alzheimer que burló la vigilancia en su hogar o en una casa de reposo. No cabe duda de que todas estas posibilidades deben ser bienvenidas. El problema es que, simultáneamente aparecen situaciones más complejas y que atentan (o pueden atentar) contra la privacidad y la libertad de las personas de una manera que Orwell no podía imaginar. El gran tema es, naturalmente, el del respeto a la vida privada. Las preguntas se multiplican: si ya me pueden fotografiar desde un satélite, ¿qué me puede pasar si van a ''escanear'' mi imagen cada vez que voy a un espectáculo público? Está bien que mi celular sirva para que me localicen si me pierdo en la nieve o en la gran ciudad... ¿pero, quién y cómo va a manejar esta información? Los códigos genéticos pueden demostrar la culpabilidad de un criminal con certeza casi absoluta (la excepción son los gemelos idénticos, como recordó Ashcroft, cuya esposa tiene una hermana gemela). Pero contienen abundante información adicional que puede impedir el acceso a ciertos trabajos de determinadas personas, puede encarecer sus seguros de vida o hacer que los servicios de salud no quieran recibirlos. A comienzos de este año, una encuesta internacional entre expertos en Internet, la computación y el e-commerce, mostró que su principal preocupación es la seguridad de los datos personales. Algunos ya están archivados en gigantescas bases de datos a partir de los gastos que se cargan en las tarjetas de crédito o del uso del correo personal. Pero nada de eso se compara con lo que podría llegar a pasar.. Publicado en El Sur de Concepción el 4 de Agosto de 2001 |