Una incómoda entrevista
El lugar común más común en situaciones como la que se plantea entre Estados Unidos e Irak es que "en toda guerra, la primera víctima es la verdad". A veces, sin embargo, hay otras víctimas, especialmente cuando el conflicto no resulta fácil de justificar. Durante meses, pese a sus falencias en diplomacia y conocimientos de política internacional, George W. Bush avanzó a pie firme contra el régimen de Bagdad. Pero de pronto el imponente edificio que estaba construyendo mostró sus debilidades. La "vieja Europa" fue la primera en rebelarse. Luego, en una extraordinaria demostración de eficacia de las nuevas tecnologías de la comunicación, los manifestantes contra la guerra se unieron a nivel planetario. No sólo eso. También a nivel local. El miércoles pasado, en Washington se realizó la primera "Marcha virtual" de la historia: unas 400 mil personas se anotaron en el sitio "Ganemos sin guerra(1)", en Internet. También en Washington trascendió que el consejero John Brady Kiesling, de la embajada en Atenas, había renunciado porque no estaba de acuerdo con "el fervoroso empeño de ir a la guerra con Irak". Pero el golpe más duro fue la difusión de una entrevista a Sadam Husein hecha por Dan Rather, reportero estrella de la cadena CBS. Para el entorno de la Casa Blanca la aparición en las pantallas norteamericanas del dictador iraquí fue una afrenta personal. Es que mientras el Pentágono se ha esforzado por pintar a Sadam Husein como un dictador despiadado, capaz de aniquilar a su pueblo, a Estados Unidos y a gran parte de la humanidad, la televisión mostró a un caballero de apariencia amable, que aceptó todas las preguntas y negó todas las acusaciones: No, no voy a renunciar; no, no voy a pedir asilo; no, no voy a incendiar los pozos de petróleo... Casi al mismo tiempo que la entrevista se daba a conocer al mundo, en Irak el mismo Husein pedía a sus compatriotas que se prepararan para lo peor, excavando trincheras en sus patios para aminorar el impacto de futuros bombardeos. Hay que reiterarlo: Husein no es un santo. Ha gobernado con puño de hierro a su país durante tres décadas. Ha sido extraordinariamente hábil, como tienen que serlo los dictadores que sobreviven a la conmoción inicial tras la llegada al poder. Ha hecho promesas que no ha cumplido. Por ello, hay una visión en Estados Unidos que tiende a asimilar el período actual con lo que ocurrió en la etapa previa a otras guerras. Se ha recordado, por ejemplo, que en vísperas de Pearl Harbor los enviados japoneses negociaban en Washington con una sonrisa en los labios mientras sus portaviones avanzaban por el Pacífico. Pero no se recuerda que no había, al comenzar la década de 1940, los sistemas de aviones y satélites espías con que se cuenta hoy. Ni tampoco había, en Japón, un equipo como el que encabeza el sueco Hans Blix, con el mandato de la ONU de revisar Irak para asegurarse de que no hay armas de destrucción masiva. Estas diferencias son las que deberá analizar el Consejo de Seguridad ONU cuando vote la nueva proposición anglo-norteamericana que podría dar su bendición al conflicto. Y ello explica, sin duda, la molestia de la Casa Blanca frente a una entrevista cuyo mérito es devolverle las proporciones humanas a quien se ha presentado hasta ahora como una monstruosa encarnación del mal. La verdad -como el amor- puede ser más fuerte.
Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas el sábado 1° de marzo de de 2003 |
Nota del Editor: