Entre Lonquén y Lisboa¿Cómo ven los estudiantes de periodismo, especialmente los que ya están por egresar, los desafíos de su futuro profesional? Es evidente que sería necesaria una encuesta rigurosa y sistemática para tener ciertas certezas. Pero a veces sus trabajos son buenos indicadores. En realidad lo son siempre: desde la ingenuidad con que llegan a primer año, hasta la mezcla de madurez y temor con que enfrentan la etapa final. Este año, como en otros, les pedí en el curso de Opinión que analizaran algunas obras que tienen que ver con el ejercicio del periodismo. Escogieron, libremente, tres obras muy distintas: Tinta Roja, de Alberto Fuguet; De Amor y de sombras, de Isabel Allende, y Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi. Pese a sus diferencias, se puede establecer una clara secuencia en los tres libros: Tinta Roja es el retrato de un estudiante que comienza cuando va a hacer su práctica al diario El Clamor; en De Amor y de Sombras Isabel Allende recogió la experiencia de un par de jóvenes que se inicia profesionalmente, y en Sostiene Pereira, Tabucchi relata el último episodio de un hombre viejo, cansado, que de pronto se enfrenta lucidamente a la voz de su conciencia. Es duro el desafío de Alfonso (alumno en práctica) cuando lo enfrenta un viejo periodista en un diario sensacionalista: Todos los días muere alguien. Eso ya no es novedad. La ideas es que ese fiambre parezca el primero. Pica la cebolla, pero pícala fina. Visión dura, pero sobre todo cargada de desafíos, igual como les ocurre a la periodista y el fotógrafo que son los protagonistas del libro de Isabel Allende y que aparecen involucrados en la investigación periodística del estremecedor caso de los hornos de Lonquén. Nada, sin embargo, puede compararse a lo que ocurre fuera de nuestras fronteras, en otras latitudes y en otras épocas: el Portugal de Oliveira Salazar de fines de la década de 1930. Allí la prensa callaba. Y Pereira ni siquiera se acongojaba por ello: vivía una torre de marfil (la sección cultural) de un diario sin historia... hasta que la historia lo golpea con toda su fuerza.El resultado lo describe uno de mis alumnos: -Lo que queda, a fin de cuentas es el testimonio de una persona que hizo de su vida un ejemplo, una guía de acción que probablemente incentivará a más hombres a seguir su camino, conmovidos por el noble gesto de su actuar.
Publicado en el diario El Sur de Concepción el Sábado 5 de Octubre de 2002 |