Las claves del periodismo “gonzo”

Su primer gran reportaje estuvo a punto de ser el último. El Día del Trabajo (el primer lunes de septiembre) de 1966, tras haber “estirado mi suerte un poco más de lo debido”, Hunter S. Thompson, entonces con apenas 27 años, debió dar por concluido su reportaje vivencial sobre los “Angeles del Infierno” (“Hell’s Angels”), una pandilla de motociclistas salvajes de California. Después de haber convivido con ellos por varios meses, “cuatro o cinco ... que pensaron que yo me estaba aprovechando de ellos” lo atacaron sin advertencia previa. “Un pequeño desacuerdo se convirtió de pronto en algo muy serio”.

Sólo la intervención de otro miembro del grupo impidió que el daño fuera mayor. Pero de todos modos Thompson quedó malherido, con el rostro desfigurado y algunas costillas rotas. Cuando se repuso, escribió un libro-reportaje espectacular titulado precisamente: “Hell’s Angels”.

Como señaló un comentarista, “Thompson entró a esta terra incognita para convertirse en su cartógrafo. Por casi un año acompañó a los Angeles del Infierno en sus aventuras. Bebió en sus bares, intercambió visitas en sus casas, tomó nota de sus brutalidades, observó sus caprichos sexuales y se adentró en su mística”. Llegó a afirmar que no estaba seguro de si estaba investigándolos o siendo absorbido por ellos.

Tiempo después, cuando tuvo que escribir un reportaje sobre el Derby de Kentucky para la revista Scanlon, su método de trabajo recibió su bautizo definitivo: “el periodismo gonzo”. Según el relato de Thompson, quien se suicidó el domingo 20 de febrero en su hogar en Colorado, entonces estaba reventado y no se sentía en condiciones de escribir, por lo que optó por numerar las páginas de su libreta de apuntes y despachar sus anotaciones “en bruto”. “Estaba seguro de que sería el último artículo que escribiría”, confesó más tarde en una entrevista a Playboy. Pero no fue así. Al contrario, inauguró oficialmente un periodismo en que importan más las sensaciones del redactor que los hechos objetivos. Es difícil hablar de “método”, ya que conforme el relato del novelista y guionista Lucian K. Truscott, uno de los más famosos textos de Thompson (“Miedo y asco en Las Vegas”) fue el resultado de un frenético proceso de escribir y escribir sin propósito claro “hasta encontrarle sentido”. Tampoco está claro el origen del apelativo “gonzo” (puede ser una corrupción de un término franco-canadiense: gonzeaux, o bien una derivación de palabras en italiano o castellano), pero lo importante es que quedó para siempre.

Pese a sus muchas semejanzas con el Nuevo Periodismo de los años 60, cuyo pionero fue Tom Wolfe, el periodismo “gonzo” va más allá, como apunta Helen Bendict de la Universidad de Columbia “al documentar las experiencias (del periodista) con la droga, el sexo, y el rock and roll como una forma de ilustrar las convulsiones sociales y psicológicas de nuestro tiempo”.

Al contrario del Nuevo Periodismo, que siempre ha buscado separar la ficción de la realidad, el periodismo “gonzo” no tiene tal cuidado, lo que limitó su difusión en la prensa tradicional. La intensidad del reporteo, su capacidad de ir más allá de las declaraciones oficiales o de la mera recolección de opiniones, le permitió cautivar a nuevos lectores y reencantar a los más viejos.

Hunter S. Thompson no era muy conocido en Chile ni como novelista ni como periodista, Pero su influencia está presente en muchos reporteros noveles. Les falta, sin embargo, descubrir lo esencial: que como todo trabajo periodístico, “gonzo” exige sacrificios y, a veces, riesgos mortales... o casi.

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en Febrero de 2005

Volver al Índice