Gore, profesor de periodismo

Justo a los cien días de haber abandonado –tras una larga batalla electoral- la Casa Blanca, el derrotado candidato demócrata Al Gore terminó la semana pasada su primera incursión en la enseñanza universitaria.

Como todo profesor famoso, recibió más críticas y alabanzas que lo habitual por el curso realizado en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia. Aunque la mayoría de sus alumnos se mostró satisfecha, varios expresaron su incomodidad por la excesiva atención que le dispensaron los medios de comunicación a su nuevo maestro.

La primera reflexión que se hizo Gore, cuando finalmente se convenció -luego de agotar todos los recursos legales- que había perdido la elección presidencial, a pesar de haber tenido más votos populares que George W. Bush, fue preguntarse a qué se podía dedicar. La segunda, si podía enseñar. “Me pregunté qué materias sabía como para hacer clases”, dijo en una entrevista con The New York Times. Su respuesta, acompañada de una carcajada, fue: “Ninguna. Pero entonces repasé mi currículum y recordé mis años de trabajo como periodista. De modo que pensé que bien podía hacer clases de periodismo”.

El resultado un curso bautizado como “Cobertura de noticias nacionales en la Sociedad de la Información”.

Así planteadas las cosas, cualquier profesor de las casi cuarenta universidades donde se enseña periodismo en nuestro país podría sorprenderse y, quizás molestarse. Pero no se debe olvidar que el ejercicio profesional en Estados Unidos tiene menos regulaciones que en Chile y, sobre todo, como descubrieron muy pronto sus alumnos, había mucho que aprender de Al Gore. “Me enseñó como interactuar con una fuente muy inteligente, con contactos al más alto nivel que no venía a decirme lo que yo quería saber, sino que quería decirme lo que él quería que yo supiera”, dijo uno de ellos.

No fue lo único que aportó Gore. También, precisamente por sus contactos, llegó un día con Rupert Murdoch, el discutido propietario del Post de Nueva York, para discutir la responsabilidad de los medios en la confusión que siguió a la elección presidencial, cuando un día el ganador era Gore y al siguiente era Bush. También llevó otros invitados de alto nivel, con lo que consiguió interesar no sólo a los estudiantes de Periodismo, sino también a los de Ciencia Política. Pero se negó tenazmente, hasta el último día, a precisar si volverá a ser candidato o no.

El curso fue inusitadamente improvisado de acuerdo a las normas habituales de Columbia. Se armó en menos de una semana y al comienzo nadie tenía muy claro cómo se desarrollaría. “Mi aprecio por los profesores, que ya era alto, se ha multiplicado por cien”, dijo Gore a un periódico de Nashville, Tennessee. “Trabajan muy duramente”. Al final todo resultó tan satisfactorio que ya se anunció que Gore proseguirá –por ahora, al menos- su carrera académica. Justamente en Tennessee, su estado natal, hizo cursos en dos universidades en lo que allá se llama el semestre de primavera. Pero, en vez de periodismo, desarrolló un tema más afín a sus intereses políticos: “Creación de comunidades centradas en la familia”.

Debido a que en los mismos días en que Gore terminaba este primer paso por la enseñanza, se cumplían -a fines de abril- los míticos primeros cien días desde el cambio de mando en la Casa Blanca, abundaron los balances. Como era de esperar, los analistas concentraron la mirada en George W. Bush. El saldo, en términos generales, ha sido favorable. Criticado en forma despiadada durante la campaña, caricaturizado permanentemente, Bush Jr. Ha demostrado tener más personalidad de la que se pensaba. Las críticas han recaído en algunos problemas de manejo internacional -especialmente el abandono de los acuerdos de Kyoto sobre contaminación- y la resurrección de algunas políticas más propias de la Guerra Fría que del mundo globalizado del siglo XXI.

En la trastienda del debate se quedó la pareja que salió de la Casa Blanca el 20 de enero. Bill Clinton terminó con una imagen de pillo simpático. Al Gore, en cambio, nunca tuvo el mismo carisma. Todo el mundo lo reconoce como un hombre inteligente y preparado, pero en los debates en TV, perdió terreno por su apariencia altanera. Ahora es posible que la imagen haya cambiado. O esté en proceso de cambio. En la Universidad los profesores no sólo enseñamos. Más que nada –según me consta- aprendemos.

Publicado en Sur de Concepción el 5 de mayo de 2001