Aló, ¿con la guerra?
William Randolph Hearst creía que era capaz de iniciar una guerra. Se dice, porque no ha sido probado fehacientemente, pero tampoco desmentido, que se lo espetó a un dubitativo enviado suyo a Cuba. "Yo pongo la guerra", habría asegurado el magnate del periodismo sensacionalista. La cobertura noticiosa de un conflicto bélico ha sido siempre motivo de apasionado interés para los medios. La actual guerra en Irak no es la excepción. Pese a los riesgos y amenazas, hay por lo menos 500 periodistas con las tropas anglo-norteamericanas y varias decenas en Bagdad, la mayoría en el hotel Palestina. ¿Qué los motiva? Hearst -el Ciudadano Kane, de la película de Welles- era un nacionalista primitivo pero, además, deseaba vender más diarios. Quienes hoy están invirtiendo ingentes recursos en Irak aducen motivos más altruistas. En la dura polémica de esta semana entre Canal 13 y Televisión Nacional, esta última estación destacó que el único objetivo de mantener periodistas en la capital iraquí es entregar una mejor información. Pero ¿se está entregando una mejor información? Parece que no. Aquí en casa, dos estudiantes de Periodismo, en dos cursos separados, piensan que no por mucho ver televisión saben más. Usan palabras casi idénticas: "Sabe, profe. Estuve viendo la CNN durante un par de horas. Al final no entendí nada". Se refieren, naturalmente, a la cobertura de la guerra en Irak. Al revés del anterior conflicto en el Golfo Pérsico, los periodistas han tenido muchas oportunidades para reportear. Han estado permanentemente junto a las tropas anglo-norteamericanas. Han llegado peligrosamente cerca del frente de batalla, como ya lo estuvieron en Afganistán. Y, en Bagdad no está, como hace una década, un representante solitario -Peter Arnett- sino un contingente numeroso de profesionales, que incluye dos periodistas y un camarógrafo de Chile. Hay cámaras instaladas estratégicamente que mostraron cada ataque contra Bagdad. Santiago Pavlovic dispone de un teléfono que le permite hacer despachos en vivo y en directo, vía satélite. Ello no lo libra de problemas. La noche en que salió a transmitir desde la calle lo arrestaron las fuerzas policiales. De no haber sido por el peligro real que corrió, podría parecer un episodio de Gila: "Aló, ¿hablo con el enemigo...?". Tenemos información las 24 horas del día. Información en suplementos especiales de diarios, revistas y prácticamente cualquier publicación imaginable. Televisión en sesión continua. Radio, idem. Internet, mejor que nunca. Es posible ver el canal Al Jazeera en árabe y en inglés (http://english.aljazeera.net), la BBC, la CNN (en inglés, en castellano, en portugués y en otros idiomas) y leer los periódicos del mundo que están a favor y los que están en contra de Bush. Más que la desinformación y la manipulación, que también existen en este caso, lo que confunde es el exceso. Los muchos mapas, los detalles truculentos y los otros, las infografías, los gráficos interactivos, el evidente placer comunicacional de jugar con herramientas nuevas (y también con armas, como lo demostró Mauricio Israel) no ayudan, sino que confunden. No es novedad. Ya los fundadores de "Time" lo dijeron, hace 80 años exactos: la gente se pierde en un mar informativo. Por eso la necesidad, no sólo de periodistas que cuenten lo que les cuentan a ellos, sino que sean capaces de resumir las grandes líneas de los procesos y explicarlas. Es, sin duda, lo que hace más falta.
Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas el sábado 29 de marzo de 2003 |