Trampas y engaños on-line
El mundo virtual no es necesariamente un mundo virtuoso. A las muchas ventajas que incorporó Internet en nuestras vidas se oponen, claro, no pocos peligros, como se acaba de verificar en el caso de los atentados terroristas contra Estados Unidos. Antes, a fines de agosto, se denunció -literalmente urbi et orbi- un caso de vejación y tortura a bordo de un avión chileno que procedía de Buenos Aires. La acusación venía avalada por ''Stella Accorrinti. Documento Nacional de Identidad (Argentina) 13.660.323. Presidenta del Centro de Investigaciones en Filosofía para Niños de Buenos Aires''. Aunque algunos datos eran verosímiles, la denuncia era falsa. El periodista Ernesto Carmona, editor de ''Mapocho Press'', al aclarar lo ocurrido pidió públicas disculpas por haberse involucrado en lo que describió como un ''montaje''. Su explicación y de otras personas que difundieron el supuesto incidente fue el haber actuado de buena fe. La periodista María Olga Delpiano, sin referirse a este caso concreto, hizo ver que este maravilloso mundo nuevo está lleno de incertidumbres: ''Nos movemos hoy en Internet como seguramente se movían los hombres de Cromagnon: avanzando con mucha cautela por un mundo desconocido...''. Para los usuarios de la ''red de redes'', la lista de peligros empieza hoy por los virus informáticos que pasaron de ser el equivalente a un molesto resfrío a enfermedades catastróficas. Hay que agregar, como si todo esto fuera poco, los correos no solicitados, y lo que preocupa especialmente a padres y educadores, las largas horas de ''chateo'' y navegación por oscuros y retorcidos canales del ciber-espacio que nadie controla. Para los periodistas, sin embargo, y eso sigue siendo un territorio apenas explorado, el peor problema parece ser el de la imposibilidad de verificar la autenticidad de un mensaje. La periodista María Olga Delpiano recordó uno que conmovió a muchos chilenos: el de los gatitos bonsai: la horrorizada denuncia de que un sitio en Internet ofrecía gatos criados en botellas de vidrio para darles determinadas formas, equivalentes a los mini-arbolitos que los japoneses cultivan desde tiempos inmemoriales. Después que cientos de internautas nacionales sumaron su protesta a la demanda internacional para que cesaran estos experimentos, trascendió que todo era un invento: una ''broma'' según algunos, un ''hoax'' (engaño, en inglés), cuya inocencia no está clara. Lo que persiguen muchos de estos mensajes es obtener direcciones de e-mail precisamente para bombardearlas más tarde con ofertas comerciales. El abuso más frecuente consiste en inventar un ''último deseo'' de un niño con una enfermedad terminal quien pretendidamente quiere batir algún récord de Guinness y por lo tanto pide que le envíen correos electrónicos. Como aliciente, en otros casos, se han ofrecido computadores u otros sofisticados equipos. Y no hay que olvidar la versión cibernética del viejo cuento de las cadenas, que permitiría el enriquecimiento de los participantes mediante el envío de una pequeña cuota en dólares... Ninguno de estos casos puede compararse, sin embargo, con la denuncia acerca del incidente en el avión a Chile. Pese a los desmentidos, es evidente que se produjo un daño. Y no hay cómo medirlo. Pero sí se puede prevenir su repetición. La lección es clara: no todo lo que nos llega por Internet debe ser aceptado de buenas a primeras. Para un periodista, poner todo en duda parece ser la primera obligación.
Publicado en El Sur de Concepción, el 22 de Setiembre de 2001 |