La indiferencia ciudadana.
El martes 3 de mayo me llamaron temprano desde Venezuela. La radio RCR de Caracas estaba realizando un foro en directo con periodistas y académicos de todo el continente para recordar el Día de la Libertad de Prensa. En París, la Unesco distinguió al periodista chino Cheng Yizhing con su premio Libertad de Prensa de este año. En la misma ciudad, en la sede de la ONU se realizó ese día el tercer seminario de la serie Olvidar la intolerancia, y la organización Reporteros sin fronteras, junto con hacer un sombrío balance de la situación en los profesionales de la información detenidos, perseguidos o asesinados en el mundo entero, sostuvo que este debía considerarse como un día de duelo. El Comité para la Protección de los Periodistas advirtió desde Nueva York que hay cinco países extremadamente peligrosos para el ejercicio del periodismo: Filipinas, Irak, Colombia, Bangladesh y Rusia. Irak tal vez tiene lo que los cronistas deportivos llaman el palmarés: 56 periodistas han muerto ahí en los dos años transcurridos desde que empezó la guerra. Pero en América Latina, contra lo que muchos creemos, estos últimos meses la muerte ha azotado con más fuerza en México que en Colombia. Los chilenos, sin embargo, nos sentimos al margen de estos peligros y de esta dolorosa conmemoración. Una estudiante que prepara su examen de título en la Universidad Diego Portales detectó que en ninguna Escuela de Periodismo se había tomado nota del sentido del 3 de mayo, universalmente considerado un momento de reflexión. Habría mucho que decir. Es cierto que la situación en nuestro país es mejor que hace quince años. Pero tal vez deberíamos los periodistas haber hecho un alto en nuestras labores el martes pasado y preguntarnos cómo fue posible que uno de los mayores escándalos del último tiempo los depósitos del general Pinochet y familia en el Banco Riggs y otros- sólo fueran conocidos gracias las investigaciones realizadas en Estados Unidos. No se trata solamente de un problema de los periodistas o de los medios en los que trabajan. También hay una responsabilidad en la sociedad chilena en su conjunto. Reiteradamente hemos preferido culpar a quien da la noticia en vez de buscar al responsable de que se haya producido la catástrofe, el abuso o el crimen del cual se da cuenta. Este miedo a la libertad ya no es tan grave como hace cinco o seis años. Pero nos sigue marcando. Influye, también, el no haber encontrado el equilibrio entre el ejercicio de la libertad y la responsabilidad. Lo ocurrido con el llamado Caso Spiniak y las acusaciones lanzadas contra el senador Novoa, por ejemplo, deberían ser motivo de reflexión y de angustia para un periodista. En el caso del senador Lavandero, ni siquiera la eventual condena, como la ha pedido el fiscal, exoneraría a mi juicio- de toda responsabilidad a quienes irrumpieron en su vida privada. En Chile el 3 de mayo no fue un día de luto. Fue peor: fue un día que pasó sin pena ni gloria.
Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en Mayo de 2005 |