Sobre un artículo de revista ErcillaColumnista invitado: Abel Esquivel Querci Me duele, en lo personal y profesional, ver citado en el Informe de la Comisión Valech párrafos de un reportaje que en octubre de 1973 yo envié desde Punta Arenas a la revista Ercilla sobre la situación de los personeros de la Unidad Popular que se encontraban presos en la isla Dawson. Más allá de las explicaciones y las circunstancias, es doloroso comprobar, como el Informe lo señala, que los medios de comunicación y los periodistas, intencionalmente o no, hayamos contribuido al clima de impunidad en que se cometieron los atropellos a los derechos humanos. Y a mí me duele en lo más profundo, porque, años más tarde, mi hijo Ricardo fue detenido en la universidad y vejado por Carabineros. A la luz de los testimonios que conocimos posteriormente, no sé lo que le hubiese pasado si no consigo, a través de mis contactos, obtener su libertad. Esa detención y la persecución profesional de que yo era objeto me obligaron a partir con mi familia al extranjero, autoexilio que duró más de 10 años. En octubre de 1973, las cosas se veían de manera diferente. Los periodistas magallánicos presionábamos todos los días a la autoridad militar para que nos permitieran ingresar a Dawson. No sólo se temía por la integridad de los presos; los rumores hablaban incluso del fusilamiento de algunos de ellos. Los dos periodistas y el gráfico que finalmente fuimos autorizados para viajar a la isla sentimos un tremendo alivio cuando los vimos con vida y aparentemente en buen estado físico. A algunos los conocíamos profesionalmente; otros eran amigos con los que convivíamos a diario en Punta Arenas. Personal de la Armada nos hizo un recorrido por las dependencias de lo que había sido un campamento de los infantes de marina. Visitamos las barracas y los comedores y luego nos llevaron a los alrededores, donde unos presos trabajaban la huerta y otros caminaban en pequeños grupos. En uno de los senderos nos topamos con el ex ministro José Tohá, la única persona con quien se nos permitió hablar. Fue él quien nos contó el régimen de vida que allí llevaban y nos hizo presente, con la restricción que las circunstancias obligaban, su rechazo a la privación de libertad a que se encontraban sometidos. Al fin de la visita, que duró un par de horas, se nos llevó a presenciar una formación, en la que los presos cantaron la Canción Nacional. Es obvio que vimos lo que nos quisieron mostrar. También es obvio que publicamos lo que se nos permitió publicar. Había transcurrido poco más de un mes desde el golpe; no era época de autocensura, sino de censura impuesta, ya que un uniformado dictaminaba en cada medio lo que se podía publicar o no. Después de aparecido el reportaje, muchos familiares de presos de Dawson me contactaron para que les contara algo más de lo que habían leído. Por desgracia, no pude aliviar mayormente su terrible angustia. Espero que el dolor personal y profesional que hoy me causa la lectura del Informe sobre Prisión Política y Tortura sea compartido por todos los chilenos. Creo que el dolor puede ayudarnos a lograr el objetivo que motivó a la Comisión Valech a la búsqueda de la verdad y que el Presidente de la República muy bien interpretó: para nunca más vivirlo, para nunca más negarlo.
Publicado como Carta al Director. El Mercurio. 5 de diciembre de 2004 |