El chiflado que inventó la tele
Columnista invitado: Juan Gargurevich.
Con gran seriedad, el gran Lamartine afirmaba que Gutenberg , el primer impresor, era un simple que había robado el invento, a la par que la virginidad, a la bella hija del sacristán Coster. Pero a estas alturas ya nadie (o pocos, imagino) afirma que los inventos nacieron súbitamente en la mente de afiebrados elegidos por los dioses porque sabemos que son el resultado de largos procesos de invenciones sucesivas. Así han sido la propia imprenta, la fotografía, el teléfono, la radio, la televisión, etc. Los inventores no serían entonces, según esta moderna visión, nada más que los extremos de largas cadenas de ideas que finalmente propusieron su variante en el lugar exacto y momento indicado en que un mercado los esperaba. Sin embargo parece que hay que dejar un espacio para aquellos que son mezcla de chiflado con genio, codicia desmedida con afán de servicio y ambición de reconocimiento, etc. Un buen ejemplo de todo esto es John Logie Baird, el gran escocés que fue el primero en exhibir públicamente la transmisión de imágenes a distancia, es decir, la televisión. Alguien recordará que aquello fue una carrera, una batalla encarnizada por el estándar técnico que debía adoptarse: o la TV Mecánica del escocés o la TV Electrónica norteamericana que ofrecía mejor definición con 405 líneas contra las 205 del primero. En enero de 1937 la decisiva BBC abandonó para siempre el modelo Baird y adoptó la otra, cuya variante moderna tenemos hoy. En este momento, los historiadores de los medios de comunicación abandonan a Baird de manera injusta porque este notable británico continuó su trabajo y patentó sucesivamente la TV a color, la TV Estereoscópica, la Fonovisión (imagen y sonido en discos), la Pantalla Gigante de TV (cuatro por tres metros), etc. Baird fue incluso mucho más allá de la televisión pues desarrolló y puso en acción su Noctovisor y el Radar, aquel artilugio decisivo para captar la presencia de aviones a grandes distancias y que propuso a su país en fecha tan lejana como 1926. La Noctivisión, la visión nocturna por medio de rayos ultravioletas, fue demostrada en público en 1930. Pero ambos inventos fueron rápidamente ocultados y mantenidos en secreto debido a su futuro uso militar y Baird fue enrolado y participó en la Segunda Guerra en la zona más secreta imaginable. En medio de todo esto, el escocés cultivaba con pasión el espiritismo. En sus memorias (Sermons, soap and television) leemos el siguiente parrafito: ...Esperamos y esperamos, la oscuridad y el silencio contribuían al efecto espectral, cuando la anciana a mi lado me tocó y murmuró bajito: mire, está llegando... Casi invisible una nube coloreada se iba formando (ectoplasma), se fue haciendo densa y el silencio fue roto por el tapping irregular de una clave morse: el espíritu se estaba mostrando con el código morse. El mensaje venía dirigido a mí y provenía nada menos que de un personaje como Thomas Alva Edison. Dijo que había experimentado con la noctovisión en su hogar en el plano astral y que estaba convencido de que llegaría el tiempo en que aquello serviría para la comunicación entre los vivos y los que habían pasado al más allá. Seguía con la investigación pero todavía no estaba listo y el intento de usarlo podía ser peligroso y que me comunicaría cuando llegara el momento de usar la noctovisión. Aquí se detuvo su mensaje porque tuvo que dejar el lugar a otro espíritu llamado Lilly.... Sorprendente. Entonces, ¿era Baird un chiflado capaz de creer en la relación con los espíritus o un extraordinario científico? ¿O ambas cosas? Murió el 14 de Junio de 1946 con escasos 54 años. Y todavía no tenemos noticia de que se haya comunicado por medio de su aparato Noctovisor o el anticuado código morse. Pero podría ser que un espíritu así maneje la Internet sin problemas, así que estaremos atentos a un spam Baird. Porsiaca.
Publicado el 15 de junio de 2005
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