El poder católico
Columnista invitado: Fernando Gaspar
La homilía del cardenal Francisco Javier Errázuriz, en el Tedeum ecuménico del 18 de septiembre, es la muestra más clara durante el presente Gobierno de la intención de la Iglesia Católica chilena de jugar un papel fundamental en la coyuntura política actual. Si leemos con atención las palabras de Errázuriz, se aprecia su intención de posicionar un discurso político de largo alcance (se refiere a la inminencia del Bicentenario desde su primeras líneas) y, al mismo tiempo, definir claramente la postura de la Iglesia respecto de los debates nacionales más inmediatos. "La primera tarea que tenemos de cara al Bicentenario... se refiere al espíritu de nuestra convivencia", dijo Errázuriz. Si bien sus reflexiones en este apartado se referían a la convivencia entre los chilenos en sus vínculos más cotidianos y también los más profundos, el obispo de Santiago no duda de la importancia de una política que se construya "forjando valiosos consensos". Es decir, no nos desperfilemos del camino de la negociación y el acuerdo político que ha campado desde 1990. No pongamos en riesgo una de las "valiosas" y a la vez costosas características de la transición chilena. A renglón seguido, el cardenal señaló la necesidad "imperiosa" de plasmar la vida social acorde a la dignidad, apartándonos de toda expresión de violencia, perfilamientos antagónicos o "lograr a toda costa provechos electorales". Y por si a alguien le quedan dudas de su emplazamiento, remata: "Quienes buscan el bien de Chile, no han de anteponer sus intereses privados al bien del país que Dios nos regaló como don y como tarea". Más de alguno habrá interpretado que el aludido era el posible candidato de la derecha, el empresario Sebastián Piñera. Un rico compulsivo que, impedido de contenerse en su afán de enriquecimiento, intenta hacer creer a la opinión pública que su interés por los demás prima sobre sus intereses pecuniarios, lo cual no se lo cree ni él mismo. Pero no sólo de estos menesteres habló Errázuriz. Respaldó explícitamente la intervención de Alejandro Goic, quien apeló a la conciencia de quienes más tienen y poco reparten entre los trabajadores. En esto el obispo es claro: existen aquellos que comprendieron las palabras de Goic (no precisamente la bancada senatorial de la UDI, al menos la senadora Evelyn Matthei ni Jovino Novoa) y consideran a los trabajadores y sus familias como el capital más valioso de una empresa. Si algún político derechista o empresario cree que Goic fue irreverente o ambiguo en su llamado, el obispo reitera la invitación "a aquellas sociedades que podrían reducir sus ganancias, a promover condiciones más dignas para los trabajadores que reciben retribuciones mínimas en relación a sus esfuerzos y necesidades". Y ya entrando al "área chica" de la política nacional, la homilía de uno de los sucesores de los apóstoles (este cargo atribuido por institucionalidad divina, no por cualquier elección mundana, vale decirlo), da una clase magistral de política, que debiera estudiar más de uno de los personeros que aparecen en los titulares de los diarios y noticiarios. Primero comienza alabando la tarea de la Presidenta Michelle Bachelet y su Gobierno, por buscar las condiciones necesarias para generar consensos en la "reforma previsional, de la transparencia y la probidad en las funciones públicas, de la educación de calidad para todos, de la creación de empleos y de la justa retribución del esfuerzo, mediante salarios acordes con la dignidad del trabajador, con sus necesidades familiares y con la productividad del trabajo". Para más adelante dedicarle largos párrafos a la intención más inmediata de la homilía: reiterar la postura de la Iglesia Católica chilena respecto a las importantísimas modificaciones legales en educación. La Iglesia Católica ha manifestado, desde el inicio del debate posmovilización pingüina y, sobre todo, desde la iniciativa del Gobierno para derogar y superar (no sólo sustituir) la LOCE, su franco rechazo al fin del lucro en la educación y la ausencia de "los valores" dentro de los objetivos generales de la enseñanza básica y media. Al referirse al tema educativo, Errázuriz dice que quiere "llamar la atención sobre algunos elementos irrenunciables". Si alguien tiene dificultades para leer entre líneas, él prefiere aclararlo. La Iglesia tiene una posición firme al respecto y no parece que vaya a titubear en hacerla sentir cuando los legisladores y el Gobierno se sienten a negociar en unos meses más sobre la iniciativa de Ley General de Educación. Si en algo tiene interés la Iglesia chilena es en la educación. Cientos de miles, si no millones de chilenos, participan o participaron de una educación bajo el amparo de la institucionalidad católica. A lo largo y ancho de Chile la Iglesia es corresponsable de la educación de esta anhelada "nación de hermanos". ¿Alguien tenía alguna duda de que proponer una iniciativa de ley que no se apegara a sus intereses los iba a dejar indiferentes? En un contexto de crisis partidistas, de cuestionamiento popular a los poderes de la república, de mezquindad empresarial, la Iglesia Católica se reposiciona dentro de su ya conocido protagonismo en la política chilena. Reafirma la tarea "de hacer de nuestra patria un país fraterno, en el cual crezca la paz y el bienestar espiritual y material de todos los chilenos". Espiritual y material, qué duda cabe. La Iglesia convoca a continuar con la política de los consensos, a respaldar a la Presidenta en las grandes líneas de su Gobierno, a no menospreciar la opinión del clero frente a legítimas reivindicaciones sociales, a no omitirlos en las discusiones legales en materia de educación; rechaza el oportunismo, la conveniencia individualista, la continuidad del festín empresarial iniciado en la dictadura. Da su opinión, censura, condena, califica, señala y define. ¿Alguna duda de su interés en ser protagonista de lo que ocurra de aquí al Bicentenario y el porvenir de los chilenos?
Publicado en La Nación Domingo. 23 de septiembre de 2007. |