La antiepopeya de TVNColumnista invitado: Raúl Sohr El valor más preciado de un medio informativo es su independencia. De ella depende la confianza del público. Las sospechas de que un medio defiende intereses creados o que funciona como un instrumento de propaganda lo desvirtúan. Como es difícil discernir cuando la realidad es expuesta con objetividad o si existe una sutil manipulación, bastan los pequeños renuncios para que la ciudadanía rechace el conjunto. Incluso, a veces, son suficientes los meros prejuicios. Lo ocurrido en Televisión Nacional de Chile (TVN) con la postergación del programa Epopeya: la Guerra del Pacífico representa un duro revés para la autonomía y la credibilidad de la estación pública. Cualquiera hayan sido los contenidos del programa -y no hay motivos para creer que fuese tan provocativo o imbuido de algún nacionalismo patriotero-, el remedio resulta peor que la enfermedad. El ministro de Relaciones Exteriores, Alejandro Foxley, y la mayoría del directorio de TVN actuaron con un buen propósito: no dañar las buenas relaciones con Perú. Lo hicieron en defensa de lo que creyeron era un bien superior. Pero afectaron, en el camino, la más importante de las libertades, la de expresión. Fragilizaron así la credibilidad del canal público. Si la petición de la Cancillería puede alterar la programación de TVN, por qué no lo puede hacer luego el Ministerio de Salud para, por ejemplo, no generar alarma pública, o alguna gran empresa a fin de no amenazar los flujos exportadores. El daño de esta decisión se encuentra en que pone al descubierto la vulnerabilidad de la estación ante las presiones, por bien intencionadas que sean éstas. Peor aún, lo obrado tiende a confirmar la imagen de que el canal de alguna manera refleja los puntos de vista del Gobierno. Por tanto, lo que transmita es imputable a las autoridades del Ejecutivo. Si gobiernos extranjeros son satisfechos en sus protestas por programas que consideran irritantes u hostiles, se los está invitando a interferir. Lo mismo vale para los partidos políticos, las empresas o las organizaciones sociales. Eso conduce a la retirada de una televisión informativa, sin hablar del ya muy disminuido periodismo investigativo. Una prensa independiente tiene el compromiso de atenerse a la verdad, a reflejar la realidad en toda su complejidad. No corresponde que acoja las razones de Estado invocadas por las autoridades de turno. Hacerlo es subordinar la libertad de expresión a un objetivo coyuntural. ¿Qué pasaría si Chile estuviese en conflicto bélico? ¿Podría TVN informar sobre lo que ocurre o debería convertirse en un patriótico vocero gubernamental? Así ocurrió en Argentina durante la guerra de las Malvinas en 1982. La prensa, imbuida de un nacionalismo desbocado, presentó un panorama distorsionado de la marcha del conflicto. Cuando los argentinos descubrieron la verdad, se rebelaron contra el engaño. El daño moral y la desconfianza tardaron décadas en ser superados. En el caso de Epopeya se trata de hechos que ocurrieron en el siglo XIX. El Gobierno chileno afirma que los lazos con Perú pasan por un buen momento. Es preferible no imaginar qué tipo de censura se aplicaría si fueran malos. Se ha dicho que el programa se exhibirá en una fecha futura. ¿Será tan distinta la realidad vecinal dentro de seis o doce meses? ¿Cuáles son las consideraciones específicas que impiden salir al aire esta semana? El primer compromiso de un medio es con sus audiencias para que una ciudadanía informada, en forma objetiva, pueda formarse su juicio. Ése es el bien superior primordial.
Publicado en La Nación, el viernes 16 de marzo de 2007 |