Imágenes de una fierecilla.Columnista invitado: Ricarte Soto
Se nos había prometido un explosivo docu-reality protagonizado por la fiera. Pamela Díaz supo vender a la televisión un pack con diferentes capítulos, desde los preparativos de su matrimonio hasta el día después de la fiesta. La modette, categoría que inventamos para designar a este híbrido entre modelo y vedette, nos ofreció el jueves su despedida de soltera. Aunque estaba en una discoteca rodeada de vedettos, parecía una escolar deambulando en el gimnasio del colegio pensando travesuras para la fiesta de graduación. Probablemente, la tintorería no entregó a tiempo el disfraz de fiera. El combo Pamela se casa también incluye compartir algunos minutos de su cotidianidad. Y en ese juego, esa imagen de terrible adquirida en los estudios de televisión, vuelve a desteñir. Ella oficia de guía turística abriendo, además de la puerta de su casa, la del refrigerador y del botiquín del baño, pero esos paseos interiores resultan tan entretenidos como los videos del Pabellón de la Construcción. En otras escenas se pasea esquivando los televisores y computadores que pueblan su casa como si se tratara de una animadora de los programas de FalabellaTV o RipleyChannel. Sólo falta que mencione las características de los equipos, nos diga el precio y las modalidades de pago. Desde ese Chicureo convertido en un Beverly Hills de la televisión chilena, la amazona sale en uno de los vehículos de la flota Neira-Díaz. Un gigantesco 4x4 con apariencia de blindado sirve para ir a comprar las frágiles uñas postizas. A veces frena bruscamente y despierta al camarógrafo, que con sus encuadres demuestra estar sumergido en una profunda modorra. Ni siquiera los garabatos de Pamela logran sobresalir en este relato liso y plano. En realidad, todo parece confirmar que ella camina por la vida como si estuviera flotando en el Mar Muerto. La única actuación magistral la aporta su futuro marido. De figura menuda, interpreta el papel de un hombre que habría sido abducido por los extraterrestres. Esto corroboraría los dichos de los ufólogos, quienes afirman haber visto platillos voladores sobrevolar Chicureo. La mirada de Manuel Neira rebota en las paredes de su residencia y cuando le preguntan si tomará once a las cinco, parece sumergirse en cavilaciones devastadoras creando una atmósfera de suspenso que concluye cuando asiente con un suave movimiento de cabeza. En otro registro teatral nos muestra a un tipo lleno de dudas a la hora de decidir si le pasa o no a su mujer las llaves de su auto preferido. Dotado de un gran talento, es capaz de transformar su rostro, sin una pizca de maquillaje, apareciendo de un segundo a otro como un poseído por los diversos juegos electrónicos que decoran la casa. Con su actuación, Manuel supera con creces las expectativas de los telespectadores, a tal punto que algunos desean solicitar la postergación de su matrimonio para ver un segundo ciclo de este Lost de los suburbios o en su defecto que vendan su divorcio.
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