Invitado: Enrique Ramírez: El libro de Abraham SantibáñezEl periodista y profesor Enrique Ramírez Capello es autor del siguiente comentario sobre el reciente libro Entre el horror y la esperanza, editado por Edebé.
Muchos periodistas fueron como Ana Frank en su escondite: siguieron soñando, esperando y amando. La imagen pertenece a Abraham Santibáñez, autor de "Entre el horror y la esperanza", un escáner de la realidad de Chile en los últimos 30 años. Escribe sin los vigores de la pasión militante, pero lejos de la cobardía y la sumisión. Con la actitud del observador sereno, engarzado a la mesura y a la documentación. No es puro lirismo. En su larga andadura profesional y académica, ha enriquecido su perspectiva analítica. Desde multitud de tribunas: "La Voz" en la hora de las restauraciones eclesiásticas, "Ercilla" -durante el dominio del esquema interpretativo, rescatado de la fórmula "Time"-, "Hoy", acaso en el primer ejercicio de autonomía frente al régimen militar. Y "La Nación", en el atisbo inaugural del retorno a la democracia. Santibáñez es pulcro en las decisiones y acucioso en la recopilación de antecedentes. Marcha con propiedad en el ámbito de las explicaciones. Los hechos -en su narración- adquieren textura, sentido y lógica. No apela a los eufemismos. Tampoco va a la carga con adjetivos viscerales. La prudencia no es sinónimo de pleitesía. Sus batallas -¡doy testimonio de que son muchas!- son verbales. La palabra sirve para juzgar, desmenuzar y sancionar. Nunca para censurar, aunque él fue víctima reiterada de la discriminación, del arbitrio y de la persecución. A horcajadas en la historia, su visión va a los subterráneos, que permiten descubrir los complejos orígenes del golpe del 11 de septiembre de 1973. Libre de la fiebre extraviadora de los primeros días, rastrea y entrega datos con equilibrio. Una serie de notables documentos respalda los planteamientos de Abraham Santibáñez. Lejos del protagonismo, no se domicilia en la egolatría. Habla sigilosamente de dos directivos que vieron el horror de los hornos de Lonquén, donde latifundistas y represores lanzaron a campesinos. Uno de los testigos fue Jaime Martínez Williams; el otro, el autor del libro. Narra: "El hallazgo de Lonquén no sólo demostró que las víctimas eran reales y que no habían sido muertos por sus propios compañeros, sino que eran civiles arrestados arbitrariamente, a menudo por mezquinas venganzas (actividades sindicales, por ejemplo) o porque figuraban en algún registro partidista o porque alguien los denunció como "peligrosos". Y estos civiles, en lugar de ser trasladados a otro lugar para su detención o eventual juicio, fueron bajados de los camiones que los trasportaban y asesinados a sangre fría en medio de la noche, como ocurrió en los cerros de Lonquén. Según las autopsias, muchos de ellos estaban vivos cuando les echaron tierra y cemento encima". El libro de Santibáñez ayuda -¡con dolor!- a destapar la historia aún semioculta de la persecución y el horror. Pero queda la esperanza. .
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