Los malos cálculos de la Casa Blanca
Cumplidos los míticos cien días que los norteamericanos han fijado tradicionalmente como período de prueba para evaluar procesos en marcha, incluyendo cuando asume un nuevo gobierno, en Irak el balance no ha sido bueno. Cada dos días ha muerto un soldado norteamericano, se han incrementado las protestas debido a que las autoridades de ocupación no han sido capaces de restablecer servicios básicos como la energía eléctrica y, en uno de los países más ricos del mundo en petróleo, el abastecimiento de combustible ha fallado reiteradamente. Para agravar la situación, en Washington han salido a la luz entretelones que confirman la existencia de una aguda división entre los sectores duros, representados por el ministro de Defensa Donald Rumsfeld, y los blandos, encabezados por el Secretario de Estado Colin Powell. Con característica obstinación, el Presidente George W. Bush no cede terreno. No ha querido pronunciarse en la disputa entre Rumsfeld y Powell, a pesar de que ya se anticipa que en un eventual segundo gobierno suyo, Powell no sería de la partida. Tampoco, pese a las voces que así lo aconsejan, está dispuesto a entregar el control de la ocupación a las Naciones Unidas. En la búsqueda de acuerdos, el Consejo de Seguridad, con la solitaria abstención de Siria, aprobó una resolución norteamericana que le dio la bienvenida al gobierno provisorio de Irak y creó una misión para supervisar el esfuerzo de reconstrucción económica y democrática del país. El fondo del debate sobre Irak gira en torno a crudas consideraciones económicas. Desde el comienzo se dijo que el nudo de la cuestión era el petróleo. Y hasta ahora sigue siéndolo. También se dijo que la reconstrucción, que implicaría enormes costos pagados precisamente con recursos provenientes del propio Irak, podía significar un gran negocio para las empresas a cargo. Pero el supuesto negocio sigue sin concretarse. The New York Times editorializó esta semana ironizando acerca del contraste entre la imagen ideal que se pintó antes de la guerra y lo que realmente ha sucedido. Hay un contraste aun más grave, agregó, entre lo que se dice actualmente y la realidad: En Irak hoy día mueren soldados norteamericanos, los apagones provocan manifestaciones de rechazo y la amenaza del terrorismo contra los civiles debe tomarse crecientemente en serio. Pero, agrega, los mayores problemas han sido borrados del informe (de los cien días) de la Casa Blanca, haciendo que se lea más como un folleto publicitario de la campaña (para la reelección) de Bush que como un realista recuento destinado al público de Estados Unidos. Entre las denuncias más frecuentes de los grandes diarios norteamericanos está el costo en vidas y en dinero de los contribuyentes. Ninguna de las estimaciones iniciales estuvo cerca de lo que ya se sabe. Según informes periodísticos, Paul Bremer III, el responsable administrativo de más alto nivel de la ocupación, ha dicho que en los próximos cuatro años la cantidad de dinero que habría que entregar a Irak será asombrosa. Dos periodistas de The New York Times, Steven R: Weisman y Felicity Barringer, fueron más lejos: sostuvieron que según muchos expertos este costo podría llegar a las decenas de miles de millones de dólares. La pregunta es si los contribuyentes estarán dispuestos a financiar tal desembolso. O si preferirán, en las próximas elecciones, buscar otro ocupante para la Casa Blanca.
Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 16 de Agosto de 2003 |