Una labor demasiado silenciosa
Hace diez años, pese a vivir ya en democracia, el periodismo chileno tuvo un profundo sobresalto: con motivo del asesinato del senador Jaime Guzmán Errázuriz, no faltaron las voces que -como siempre ocurre en estos casos- apuntaron con el dedo acusador contra la prensa, responsabilizándola por un clima de descalificaciones que habría precedido al crimen. Pese a que la tendencia del momento era ir desmontando las restricciones que se habían acumulado durante el régimen militar, un grupo de dirigentes de la Asociación Nacional de la Prensa, encabezados por Roberto Pulido, su presidente, temió que volvieran las presiones para estrechar nuevamente el campo de acción del derecho de información y de opinión. Su respuesta en ese momento, práctica y concreta, fue poner en marcha un mecanismo de autorregulación ética, similar al que existe en diversos países del mundo, que permitiera acoger y sancionar si fuera necesario los reclamos contra los excesos de la prensa, sin la intervención de la justicia o de la autoridad política. Ese fue el origen del Consejo de Etica que hoy responde no sólo a la Asociación Nacional de la Prensa, como fue en su origen, sino al conjunto de medios escritos y audiovisuales, agrupados en la Federación de Medios de Comunicación de Chile. Este Consejo, que preside el ex director de ''El Mercurio'' Arturo Fontaine, celebró esta semana sus diez años de existencia y, junto con una renovación del compromiso de las asociaciones de prensa, radio y televisión por seguir apoyándolo, hizo también una evaluación de sus éxitos y eventuales debilidades o insuficiencias. El éxito, resumió Arturo Fontaine, es haber recibido en estos años un centenar de denuncias que han ido estableciendo precedentes que, sin necesidad de un código explícito, servirán de guía para que periodistas y estudiantes de periodismo enfrenten casos similares en el futuro. La debilidad, dijo también, es que los casos son menos de los que cabría esperar. Ello se debe básicamente a la poca difusión de la existencia del Consejo y de sus decisiones. ''Es casi paradójico, dijo Fontaine, que un Consejo creado por y para los medios tenga escasa o nula resonancia pública. Este silencio informativo es lamentable, porque el público ignora la existencia y la misión del Consejo. Como es obvio, al desconocerlas, no acude a usar esta herramienta de saneamiento ético...''. No son las únicas observaciones que se han hecho al cabo de estos diez años de trabajo del organismo. Está en marcha un cambio en su composición, a fin de integrar especialistas procedentes del mundo audiovisual. Y es probable que se tomen otras medidas para ampliar la difusión de su labor. En este sentido, el compromiso del actual presidente de la Federación de Medios, Felipe Pozo, fue rotundamente explícito. Recordó que para los asociados el principio de la autorregulación, representado en el Consejo, sigue siendo una convicción vital y profunda y el Consejo, agregó, representa ''una notable expresión de esa voluntad. Una poderosa señal de responsabilidad social y conciencia del deber ser''. ''Ha sido, concluyó Felipe Pozo, un trabajo sin pausas, más silencioso de lo necesario, que merece más difusión y conocimiento. En este punto, sin duda, somos los propios medios quienes tenemos una tarea que completar: difundir más y mejor esta instancia, para que el público sepa que puede acudir a ella con confianza''. Esperemos que así sea.
Publicado en el diario El Sur de Concepción el 27 de octubre de 2001 |