El legado de Clinton.
En una semana más, el 20 de enero, asumirá como Presidente Nº 43 de Estados Unidos George W. Bush. Será, como corresponde, la estrella de la ceremonia, tradicionalmente celebrada en la escalina externa del Congreso, en Washington. Como es inevitable, desde el momento en que asuma Bush, su antecesor, William Jefferson Clinton, más conocido como Bill Clinton, pasará a segundo plano. En los últimos días, mientras se empaquetaban 635 toneladas de documentos, fotografías y otros recuerdos de su paso por la Casa Blanca, Clinton ha bromeado diciendo que echará de menos los viajes en el Air Force One, el avión presidencial. Para la gran mayoría de los chilenos, Clinton es poco más que una anécdota sin mayor importancia. Por largo tiempo su affaire con Mónica Lewinsky lo convirtió en blanco de pesadas alusiones. La desclasificación de los documentos de la CIA, ordenada por él después de la detención del senador Pinochet en Londres, profundizó el resentimiento en su contra de sectores cercanos al gobierno militar... y también de otros más lejanos, pero igualmente aludidos. No es solo Clinton. La verdad es que los chilenos, frente a los norteamericanos tenemos una fácil sonrisita de superioridad, anterior incluso a la mentalidad ganadora y a la fiebre consumista de las últimas décadas. Tiene que ver con un menosprecio por ciertas actitudes que nos parecen ingenuas, como el vestir camisas y pantalones a cuadros o propias de nuevos ricos, que no son capaces de mostrar una cultura europea. Pero, ya sabemos que se trata de impresiones muy superficiales. Son pocas las lecciones que les podemos dar a los ciudadanos de otros países, incluyendo los de Estados Unidos. Y en materia de derechos humanos, de tolerancia, de aprecio por las libertades, empezando por la de expresión, es mucho lo que podríamos aprender de ellos. Jimmy Carter -un Presidentes demócrata como Clinton- hizo posible en 1977 la apertura de ciertos mínimos espacios de libertad en Chile. Su triunfo -o mejor dicho la torpe convicción de las autoridades chilenas de que no ganaría la elección presidencial- obligó a cierta apertura. Como resultado, se disolvió la DINA, se abrieron algunos campos de prisioneros, se autorizaron varias publicaciones, incluyendo la revista HOY, y se cambió el discurso de que sólo había metas por uno con fechas y plazos.... Clinton, ahora, enfrenta el momento de su retiro en medio de un sorprendente apoyo popular. Ha luchado hasta el último minuto por lograr la paz en Medio Oriente, comprometió a su país en la creación de una Corte Internacional de Justicia y, en el caso chileno, está dando pasos firmes para dejar encaminado el Tratado de Libre Comercio. Ningún gobierno está exento de críticas. El suyo ha sido polémico en más de una oportunidad. Pero es un hecho que el recuerdo de sus años en la Casa Blanca no quedarán marcado fundamentalmente por el affaire Lewinsky. A lo más, será una anécdota menor, o una nota al pie de alguna página en un libro de historia. Lo importante será que se cerró la década siguiente a la caída del Muro de Berlín con un grado importante de consolidación democrática... a pesar de que en casa, la elección de su sucesor estuvo plagada de problemas. Todo lo cual prueba que, aunque no hay otro mejor, el sistema democrático siempre tiene más de alguna falla. Publicado en El Sur de Concepción el 13 de enero de 2001 |