Mi banco -no de mi propiedad, sino aquel con el cual trabajo mis finanzas- me garantiza que no tendré problemas con el cambio de milenio. No sólo eso. También me agrega que a medida que hemos corregido y probado nuestros sistemas, también hemos estado trabajando con varias organizaciones y empresas con las cuales estamos interconectados, a fin de ayudar a asegurar que ellos también manejen exitosamente el cambio de fecha.
Las mismas seguridades me dan los otros bancos, donde tengo tarjetas de crédito o hago otros negocios. También el gobierno. Hace dos meses, Aldo Signorelli, secretario ejecutivo de Acción Chile 2000, expresó públicamente su satisfacción con el trabajo preventivo que hemos hecho. Luego enumeró servicios públicos que están preparados: el sector energético, gracias -paradojalmente- a los problemas de la sequía, y los organismos que tienen mayor impacto sobre las personas, a los que hemos entregado con mayor energía, apoyo y recursos. Subrayó Signorelli que el sector mejor preparado es el bancario, sin duda.
Mi principal asesor, mi hijo -en quien confío no tanto por su relación conmigo, sino porque lo avala su título de ingeniero en computación- me dice que no me preocupe.
¿Por qué, entonces, siento que junto con los preparativos para las mega-celebraciones del 31 de diciembre, debo preocuparme? ¿Por qué me inquieta que los ingenieros de hace un par de décadas o más no pensaron en que al 99 iba a seguir el 00 y que los computadores con calendarios de dos dígitos para el año iban a sufrir terribles dolores de cabeza... o mejor dicho, de disco duro?
Me preocupo porque hace meses la prensa internacional me dice que me preocupe. Porque leí en los diarios ingleses que el ministro Jack Straw iba a tener que estar de guardia la noche del gran festejo a fin de responder ante cualquier problema inesperado. Me preocupo porque no son pocos los norteamericanos que han estado juntando víveres, leña para calefaccionarse, agua mineral y, por si las moscas, armas de caza para tener en casa cuando todo falle.
Me preocupo porque el 8 de noviembre The New York Times anunció que millares de funcionarios norteamericanos iban a ser retirados de Rusia y otros países desprendidos de la Unión soviética por el temor a las consecuencias del problema de los computadores y el año 2000.
Me preocupo porque mi banco -no el mío, sino aquel con el cual manejo mis finanzas- en la carta tranquilizadora que me envió hace poco, también me hizo una promesa que parece de candidato (cualquiera, no uno específico) en campaña:
-Nadie puede predecir con absoluta certeza el resultado de cualquier evento. Sin embargo, debido al reconocimiento anticipado del problema.... estamos confiados en que nuestra exhaustiva preparación nos permitirá continuar satisfaciendo adecuadamente sus necesidades financieras.
Y me preocupo más todavía porque acabo de leer que El Banco Central tomó acciones para garantizar dinero ante el 2000: este año se imprimieron entre tres y cuatro veces más billetes que en 1998...
La razón: el posible riesgo de que el cambio de milenio -y los temores de fallas en sistemas computacionales de distintas áreas- lleven a que las personas prefieran contar con efectivo para guardarlo en su poder...
Al parecer, a las tradiciones de Año Nuevo habrá que agregar otra: la de tener un buen fajo de billetes en el bolsillo... por si las moscas.
Abraham Santibáñez
(Publicado en El Sur. Concepción. 13 de noviembre de 1999)