Los "narcocorridos" de la reinaEn la primera mitad del siglo pasado el sueño de los cazadores de noticias era convertirse en novelistas. Se inspiraban directamente en F. Scott Fitzgeral y Ernest Hemingway. Sobre todo Hemingway. En los años 60, la aspiración se dio vuelta y Tom Wolfe le dio nombre: nuevo periodismo. Entonces, el sueño de muchos novelistas fue escribir reportajes con la técnica de la novela, pero rigurosamente apegados a los hechos. Con estos antecedentes no es fácil situar a Arturo Pérez-Reverte, uno de los más cotizados autores españoles del momento. Periodista, con medio siglo de vida a cuestas y una dura experiencia en los campos de batalla de los años 80, se cansó de tanta crueldad "en vivo y en directo" y se refugió en la ficción. Una de sus series mayores tiene que ver con la guerra, aunque del pasado, con el capitán Alatriste como protagonista. Su último libro, "La Reina del Sur", toca un tema peligrosamente actual y más parece reportaje que novela: la vida agridulce de Teresa Mendoza Chávez, "La Mejicana", quien evoluciona desde simple comparsa de los narcotraficantes en México a prima donna en la Península Ibérica. Pérez-Reverte cultiva con fruición uno de los aspectos más necesarios (pero lamentablemente más descuidados) del periodismo: la descripción. Su capacidad narrativa va más allá de lo que vemos en el día a día en los medios, impresos o audiovisuales, en que el periodista es un mero repetidor de conceptos ajenos, armados a base de "cuñas" de grabadora y reiterativos "dijo", "agregó", "señaló", "puntualizó" o "indicó". Teresa Mendoza es la primera protagonista femenina de Pérez-Reverte. No aparentaba mucho, especialmente en sus comienzos: "pese al maquillaje vulgar, excesivo, las pupilas oscuras tenían una mirada inocente o vulnerable, y eso acentuaba la juventud del rostro ovalado, los ojos ligeramente rematados en puntas de almendra, la boca muy precisa, las antiguas y rebajadas gotas de sangre indígena manifestándose en la nariz, el tono mate de la piel, la arrogancia del mentón erguido. Esa joven no era hermosa, pero era singular...". Su mayor singularidad es la capacidad de sacar fuerzas de flaqueza a partir de su tierra natal, Culiacán, "donde hace tiempo que el narcotráfico dejó de ser clandestino para convertirse en hecho social objetivo...". Ilustra esta realidad la existencia de los narcocorridos, que ensalzan las virtudes cívicas de los traficantes, que nunca dejan de colaborar con alguna obra de bien o ayudar a alguien en desgracia, siempre que no sean ellos la causa o la consecuencia de tal desgracia. "En las tiendas, explica en un pasaje, ya se vendían cedés con canciones sobre el tema. "Setenta plomos de a siete", era el título de la más famosa". Otras: "Pacas de a kilo", "Narices de a gramo", "El puñado de polvo" y "La muerte de un federal". En suma, dice Pérez-Reverte, pretendía resumir "en tres líneas", aunque resultaron más de 540 páginas, la apasionante, desgarradora y también dolorosa canción de Teresa Mendoza. Es, exactamente eso: un relato apasionante, desgarrador y doloroso, como fueron los relatos de otros tiempos de Hemingway o Scott Fitzgerald.
Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 4 de enero de 2003 |