De nuevo frente a frente
Como dos viejos boxeadores, marcados por las heridas de pasados combates, pero nunca desanimados, Ariel Sharon y Yasser Arafat han puesto de nuevo al Medio Oriente -y al mundo, por tanto- en peligro de incendio. Ninguno de los dos es, por cierto, responsable de una historia de desencuentros entre palestinos y judíos que se disputan -con buenos antecedentes- un mismo territorio, la antigua Palestina. Pero ambos, sobre todo en las últimas semanas, le echaron abundante combustible a la hoguera. Por años han estado en frentes opuestos. Hace un par de décadas, Sharon, entonces ministro de defensa de Israel, dirigió la ofensiva contra los palestinos refugiados en El Líbano. Lo que pareció una ofensiva exitosa se frustró cuando el Ejército judío no impidió la masacre de unos dos mil refugiados. El trágico incidente frustró la operación militar y terminó por costarle el puesto a Sharon, pero no cortó su carrera política. A comienzos de los 90, en un gobierno de coalición ocupó la cartera de Vivienda, lo que le permitió acelerar la construcción de asentamientos judíos en territorio palestino, una de las espinas más dolorosas en las relaciones entre ambos pueblos. Arafat es, a primera vista, el polo opuesto. Ha evolucionado desde la militancia guerrillera a una actitud más reposada, propia de un estadista. De este modo logró vencer los muchos obstáculos que se presentaban en la consolidación del Estado palestino. El problema es que, como reconocen sus propios partidarios, ha sido fácilmente desbordado por los sectores más extremos y, con ellos, ha frustrado una y otra vez las negociaciones Como fuere, aunque el gobierno de Israel lo niega, fue justamente Sharon -líder del Likud- quien encendió la mecha esta vez. El 28 de septiembre, sin más necesidad que la de demostrar que no hay lugares vedados para un ciudadano de Israel (y más para un sabra, un nativo, con una larga aunque accidentada carrera militar), Sharon se paseó ostentosamente por la explanada de las Mezquitas, uno de los lugares más sagrados de los musulmanes. Menos de tres semanas después, el mundo estaba al borde de una nueva guerra, con más de cien palestinos y árabes israelíes muertos, igual que dos soldados israelíes, linchados luego de ser sacados de una comisaría. El jueves se sumaron a la tensión los bombardeos israelíes de represalia en Ramala y en Gaza y el gobierno norteamericano dijo que consideraba un acto terrorista el ataque contra un buque de guerra en Yemen. En un diálogo de sordos, la autoridad palestina ha acusado al gobierno de Israel; este, a su vez, apuntó directamente contra Arafat. Así es difícil que se logre recuperar el rumbo hacia la paz.
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