De amor y de dolor.En noviembre de 1962 -hace exactamente 40 años- Santiago, como el resto de Chile y buena parte del mundo, se preparaba para la Navidad. El lunes 19, sin embargo, los alegres adornos rojos y verdes se tiñeron de luto en un rincón todavía poco conocido. En la población Cardenal Caro un paro convocado por la CUT que no había despertado mayores adhesiones, se convirtió de pronto en una balacera trágica junto al cruce Buenaventura del ferrocarril al sur. Seis pobladores murieron y un número indeterminado quedó herido. En la actualidad los habitantes del sector ya no tienen la imagen aguerrida que ostentaron sus padres y abuelos. Como resultado de la inevitable evolución de nuestras ciudades, otras poblaciones enarbolan ahora banderas de lucha. En la mayoría de los casos -como se acaba de proclamar en La Victoria, tan renombrada en los años del régimen militar- la batalla principal es contra la droga, que arrebata vidas y destroza hogares. En la población José María Caro, el Comité por la Memoria ha organizado, a partir de esta semana, diversos actos a los que invita para compartir un pedazo de la historia nuestra que nos hizo salir del anonimato en que las autoridades nos habían mantenido. Es que, tras la trágica jornada del 19 de noviembre de 1962 -de la cual hay escalofriantes testimonios gráficos- el resto del país descubrió la población. De pronto fue incorporada en plenitud a la pauta periodística. En 1961, una investigación que sirvió de base para mi tesis en la Escuela de Periodismo, mostró una ignorancia abrumadora: los 125 mil habitantes de la población Cardenal Caro constituían un mundo marginado, separado de la comunidad nacional·, que en seis diarios matinales apenas tenía en promedio un par de columnas (74 centímetros) a la semana. Lo peor, según los pobladores, era el tono de los informaciones. La revista Vea, cuando informó sobre una de las primeras experiencias universitarias de trabajo comunitario tituló dramáticamente: Los santos bajan al infierno. En noviembre de 1962, el infierno tuvo un breve estallido del cual sí se informó con profusión. Desde entonces la que era, más que nada, una aglomeración de casas precarias, en medio de extensos tierrales y casi sin servicios, empezó a caminar a paso firme hacia la integración con el resto de la ciudad y del país. Se instaló un supermercado Unicoop, cooperativa creada con ayuda de la Alianza para el Progreso del Presidente Kennedy. Su existencia permitió que los habitantes del sector pudieran acceder a productos de mejor calidad y a precios más convenientes. Pero lo más emocionante ocurrió en la tibia noche de Navidad, cuando el cardenal Raúl Silva Henríquez, recién elevado a la dignidad de Príncipe de la Iglesia, ofició la Misa del Gallo en la capilla de la población. Según el testimonio del periódico La Voz, hasta los hombres más recios dejaron fluir las lágrimas, mientras el cardenal proclamaba su compromiso con los marginales: Cuando me llegue la hora de ser juzgado, no se me juzgará ni por los honores ni por las púrpuras que haya alcanzado. Se me juzgará por mi amor y mi comprensión a los hombres. Se me juzgará por mi amor y comprensión a los pobres... El llamado sigue vibrando en las poblaciones pobres de Chile.
Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 16 de Noviembre de 2002 |