La única certeza...
Pregunta ingenua: ¿Usted le pediría a un candidato a un puesto en su oficina o negocio que le hablara acerca de sus fracasos? Rodrigo Alonso, representante de Microsoft en Chile, la legendaria empresa de Bill Gates, dice que así lo hace él. No para solazarse en los tropiezos, sino para indagar sobre la forma cómo se las arregló para recuperarse. Innovación y creatividad fueron dos términos que Alonso utilizó reiteradamente en su intervención en el seminario Cómo la tecnología trabaja para las personas realizado en la Facultad de Ciencias de Comunicación e Información de la Universidad Diego Portales. Esta es la temporada en que se multiplican los encuentros de este tipo. Cada semana se realizan dos o tres en universidades, colegios profesionales, revistas, centros culturales o agrupaciones estudiantiles. Parece que todo el mundo quisiera organizar un foro, ser panelista o asistir a uno. Pese a la profusión de conceptos, resulta evidente a estas alturas que, de las muchas ideas que se barajan, la que cala más profundamente es la de las incertidumbres. Ya lo sabíamos antes del 11 de septiembre de este año, pero ahora estamos ciertos de que es así: la única certeza es que ya no quedan certezas, no hay refugios inalcanzables ni personajes intocables. En realidad no se trata de algo nuevo. El desarrollo tecnológico, que parecía darnos la respuesta definitiva a todas nuestras inquietudes, se ha convertido en un monstruo de mil cabezas, incontrolable. En los años 50 y 60 el temor fue a la guerra nuclear desatada por accidente o por ambición. El final de la Guerra Fría, que debió abrirnos las puertas aun mundo mejor, con una Nueva Economía en la cual el esfuerzo físico sería reemplazado por máquinas inteligentes, nos desengañó cruelmente. El terrorismo hoy día también es cibernético y globalizado: como lo demostraron los aviones suicidas del 11 de septiembre y las cartas con antrax de las semanas siguientes. Por supuesto en ningún foro sobre estos temas se puede encontrar la respuesta definitiva. Pero hay búsquedas que reconfortan. Todavía hay mucho por inventar. Pero ya tenemos avances significativos que, aunque no siempre están en aplicación, irán transformando rápidamente nuestras vidas. De hecho, ya ha ocurrido. El mejor ejemplo es el de los teléfonos móviles, que en estos días superaron la cota de los cinco millones en Chile. Nadie lo anticipó. Era imposible preverlo hace una década, cuando aparecieron los primeros celulares, aparatos pesados y caros. Pero el día en que se impuso el sistema el que llama paga, y se le agregaron las tarjetas de pre-pago, se convirtieron en una herramienta de la cual se usa... y abusa. Pero que presta servicios invaluables. Para los pesimistas, Internet es una especie de plaga bíblica, que corrompe al ser humano, especialmente a los niños. Pero es también una fuente de información como no ha habido otra en la historia del hombre, que incluso cuenta con la bendición oficial del Papa Juan Pablo II. Y la información se dijo en otro foro en estos mismos días, referido al tema de la transparencia pública es indispensable para el buen funcionamiento del estado democrático. También en esta área estamos al comienzo: los funcionarios públicos son, por tradición, reticentes a entregar información. Peor aun, según se acaba de revelar, el secreto de estado se entiende por principio de manera restrictiva. Pero, igualmente, hoy es más fácil acceder a la estructura del estado que nunca antes. Se pueden hacer trámites, se puede pedir información personal, solicitar certificados, y un número creciente de contribuyentes declara y paga sus impuestos desde el computador de su casa o la oficina. Queda mucho camino por recorrer. Pero si miramos hacia atrás, veremos que también es mucho lo que hemos avanzado.
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