¿Qué te pasó, Hillary?
A estas alturas importa poco qué fue lo que le pasó a Hillary Clinton en el camino hacia la candidatura demócrata y, eventualmente, a la Casa Blanca. Con los competidores ya definidos, solo les falta el endoso oficial en las respectivas convenciones, esa gran fiesta de la política norteamericana, que no tiene parangón en el mundo. Después, vendrán un par de meses de agitada campaña. La opinión imperante es que Barack Obama, candidato demócrata, será el triunfador. Pero, ojo, siempre puede haber sorpresas. En el caso de la señora Clinton hubo una mayúscula. Cuando empezó la campaña, Hillary Clinton tenía todas las posibilidades a su favor: era una figura pública ampliamente conocida, tenía el apoyo del Establishment demócrata, tenía experiencia, según recalcó en su publicidad y, además, representaba el ascenso de la mujer al poder, una tendencia que ya sabemos recorre el mundo desde Berlín a Santiago. Su casi desconocido oponente, literalmente el negrito de Harvard (un compatriota que vive en Estados Unidos ha comentado que la expresión parece ser más chilena que norteamericana), ofrecía lo mismo que ofreció Joaquín Lavín en nuestro país: Cambio Al chileno, aunque no ganó, no le fue tan mal. Al norteamericano (afro-americano, para usar el término políticamente correcto) hasta ahora le ha ido mucho mejor. ¿Dónde se trabó la marcha triunfal de Hillary Clinton? Los factores son varios. Ahora se sabe que ya en marzo, los superdelegados, el contingente que terminó por decidir la nominación, empezaba a inclinarse por Obama. Las mujeres no respondieron como creía y ella, sobre todo, erró el tono de la campaña, en que se mostró variable al fragor de las encuestas: lloró en cámara cuando se le reprochaba su insensibilidad, hizo bromas que a lo mejor se le aceptan a un varón, pero que no la favorecieron. Fue obstinada, lo que suele ser un mérito en política, pero no simpática. Dejó permanentemente la impresión de que estaba más preocupada por su propia campaña que por la del partido demócrata. Obama, que también tuvo algunos zigzagueos, ha terminado por imponerse en esta etapa. Hillary, nos enseña que no basta con un buen apoyo inicial en las encuestas para asegurar un triunfo. Se necesita un poder de encantamiento que contiene. Y en política, lo que no da la naturaleza, no nadie lo presta.
A. S.
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