Más "show" que "reality"
Varios hechos caracterizaron el desarrollo del periodismo y de los medios de comunicación en el 2002. Lo más destacado, sin duda, fue la demostración de su capacidad de denuncia, que generó complejas reacciones políticas y sociales. Prácticamente ningún sector de la vida nacional escapó al escrutinio -a veces injusto o incompleto y muchas veces cargado de sensacionalismo- de los medios. Pero el resultado debe considerarse ampliamente positivo, como lo pone en evidencia el uso reiterado de un nuevo verbo: "transparentar". Hoy se exige mayor transparencia en la gestión pública, una reacción más efectiva frente a las denuncias en organizaciones de todo tipo y una gran coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. A ello ha contribuido la prensa de manera relevante. El otro lado de esta medalla es el surgimiento de un nuevo tipo de "producto", cuyo mejor ejemplo, aunque no el único, es el llamado "reality show". Aunque no se reconoce así, esta es la obvia respuesta al permanente fantasma de la declinación del rating. La presidenta del Consejo Nacional de Televisión ha dicho, además, que era cuestión de tiempo que este fenómeno, que lleva varios años en Europa, Estados Unidos y América Latina, llegara finalmente a nuestras pantallas. Pero hay otros componentes. El primero es un fenómeno tecnológico sin precedentes: la proliferación de mini-cámaras, de micrófonos invisibles, la posibilidad de grabar y filmar sin que las personas lo perciban... o que se olviden pronto de que están siendo grabados. Este es el soporte tecnológico que hace posible el "reality show", pero su aplicación no se limita a estos publicitados programas. El segundo componente de esta ecuación se refiere al singular "destape" a la chilena que se ha producido y que ya ha generado apasionadas discusiones dentro y fuera de los sets de televisión. Pareciera que después de años de represión, de excesos de pacatería -como el de los spots contra el sida- hoy, siguiendo la teoría del péndulo de la cual hablaba Julio Durán, se nos han caído todos los valores tradicionales por la borda. Es necesario reiterarlo. No se trata sólo de los reality show, que tienen mucho de "show" y poco o nada de "reality". Tiene que ver también con las otras expresiones de este "engolosinamiento" tecnológico que vive nuestra televisión abierta. La experiencia internacional en materia de uso de cámaras ocultas, por ejemplo, muestra que en determinadas circunstancias su uso puede ser la única forma de comprobar una denuncia o demostrar una situación irregular. Pero es evidente que su abuso puede desprestigiar el recurso. Nunca en periodismo, especialmente en el de denuncia, puede ser suficiente con una escena espectacular. Es indispensable el apoyo de investigación sólida, situar los hechos en su contexto, hacer proyecciones con fundamento y, muy especialmente, no confundir el papel del periodista con el del juez o del policía. Omitir estos indispensables complementos en aras de una imagen espectacular o un documento aislado, aparte de que puede conducir a errores y confusiones, puede terminar por afectar profundamente lo que es el mejor capital del periodismo y los medios: su credibilidad. Que es la base de todo lo demás.
Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 11 de enero de 2003 |