Réplicas del gran sismo
Igual que un cataclismo de gran magnitud, el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos tuvo réplicas en todo el mundo y a lo largo del tiempo. La última de ellas, las revelaciones de los manejos del Banco Riggs, de Washington, llegaron al heredero de la Corona británica, a un extinto dictador africano, a la casa real saudita y al retiro en La Dehesa de Augusto Pinochet. Según el informe del Senado norteamericano, Pinochet tuvo cuentas secretas en el banco entre 1994 y 2002, en las cuales mantuvo saldos entre cuatro y ocho millones de dólares. El 8 de abril de 2002, asegura la investigación parlamentaria, el banco le envió a Pinochet casi medio millón de dólares en cheques personales. En realidad no se los envió: se los trajeron personalmente en el avión privado de Joe L. Allbritton, el propio presidente del banco. Esta inesperada reaparición en escena del ex-gobernante, tal como ha ocurrido una y otra vez en los últimos años, pone una lápida al esfuerzo por mirar hacia el futuro. El propio comandante en Jefe del Ejército, el general Juan Emilio Cheyre, había dicho hace poco que la figura del general Pinochet pertenece al pasado. Sin embargo, en los últimos días, una encuesta realizada por la Facultad de Comunicación de la U. Diego Portales, por cuenta de Publimetro, reveló que una leve mayoría de los santiaguinos consultados no está de acuerdo con esta afirmación: 51,7 por ciento contra el 48,3 por ciento que sí comparte el juicio de Cheyre. Y en cuanto a imagen hay algo peor: la abrumadora mayoría (57,7 por ciento de los consultados) estima que se trata de dinero proveniente de fondos públicos. Casi la cuarta parte (24,3 por ciento) los atribuye a su carrera militar. Y sólo una minoría (18 por ciento), suscribe la teoría de la familia, planteada por los hijos de Pinochet, de que se originaron gracias a aportes privados. Es evidente que la gran herida de Chile no ha cicatrizado. Es significativo que la primera querella por estas revelaciones, antes incluso que reaccionara el Consejo de Defensa del Estado, la interpusieran dos abogados, uno de los cuales es la viuda del periodista Carlos Berger, Carmen Hertz. Berger no murió en un enfrentamiento el 11 de septiembre de 1973 o en los días siguientes. Fue juzgado y condenado por un tribunal militar. Y antes de que terminara de cumplir la condena, en octubre, lo sacaron de la cárcel en Calama y lo asesinaron, una víctima más de la llamada Caravana de la Muerte. Las violaciones a los derechos humanos son parte de la deuda. Y ahora se agrega un eslabón más a la cadena: millones de dólares sin explicación conocida en las cuentas personales de L. Hiriart &/or A. Ugarte, nombre que se les dio en definitiva cuando empezó el rastreo de fondos inexplicados tras el 11 de septiembre de 2001. De las muchas fallas de seguridad detectadas antes y después del ataque a las torres gemelas y al Pentágono, el analista Andrés Oppenheimer agrega ahora la falta de cuidado (una labor seria de asegurarse que los fondos eran legítimos, dice) del Banco Riggs. En este caso no era una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos. Pero sí habría ayudado a clarificar lo que ocurrió en Chile en el último tercio del siglo pasado.
Publicado en el diario El Sur de Concepción el 26 de Julio de 2004 |