Garganta Profunda saca la voz

Richard Nixon era un obsesivo. Su paso por la Casa Blanca como Vicepresidente de Dwight Eisenhower no fue fácil ni feliz. En Venezuela, en una gira de “buena voluntad” cosechó escupos y golpes contra el automóvil oficial. Este período culminó, además, con una estrecha derrota frente a John Kennedy. Perdedor del primer debate en TV, Nixon se enojó para siempre con todo el mundo. Logró reivindicarse en las urnas, sin embargo, y llegó de nuevo a la sede del gobierno en medio del descontento provocado por el empantamiento de la guerra de Vietnam. Todo esto avivó su preocupación por la seguridad: en el mundo, incluyendo a Chile, y en casa, apelando a una compleja trama para asegurar su reelección en 1972.

Este fue el comienzo de Watergate. Y fue el final de Nixon gracias a la labor de un equipo periodístico que trabajó con rigor, sabiendo que se enfrentaba al jefe de una superpotencia mundial, pero que difícilmente hubiera superado la gran carrera de obstáculos que enfrentaba si no lograba ayuda. Y esta vino, inesperadamente, desde los entresijos del poder, cuando el segundo hombre del FBI, Mark Felt, sintió que alguien debía frenar los excesos de Nixon.

Por más de 30 años, Felt no tuvo reconocimiento alguno. Fue un fantasma periodístico, sin rasgos humanos salvo un apodo: Garganta Profunda, sacado por un editor del diario de una lamentable película pornográfica de la época. Hubo reiterados intentos por lograr que los dos reporteros estrellas del caso Watergate –Carl Bernstein y Bob Woodward- rompieran su compromiso pero ambos se mantuvieron aferrados a su palabra: no dar el nombre de Garganta Profunda mientras viviera.

Era comprensible tanta reserva. Ahora que tiene nombre y apellido, pese a su avanzada edad y debilitada salud, Felt ha sido duramente atacado por los sectores más leales a Nixon. Se ha puesto de relieve el interés por el dinero de la familia. Lo más suave que dijo Henry Kissinger fue: “No siento ningún respeto por gente en altos cargos que da información interna a la opinión pública”. Kissinger no daba información como la que entregó Felt, pero una de sus jugarretas favoritas era hablar con los corresponsales, especialmente durante sus viajes al exterior, y pedirles que lo identificaran únicamente como “una fuente bien informada”. Con eso contribuyó a una de las pestes del periodismo en Estados Unidos, el mundo entero y también en Chile: las fuentes que no se identifican.

Tras la revelación del nombre de Garganta Profunda, cerrado un ciclo histórico, este caso queda como un ejemplo de trabajo investigativo bien hecho, marcado por el rigor ético.

Pero hay más: en tiempos de dudas y cuestionamiento de las fuentes anónimas, paradojalmente, se reivindica su valor. Ya había habido uina advertencia muy reciente de The New York Times en el sentido de que este recurso exige un manejo cuidadoso, pero no se puede descartar a priori. Ahora, los responsables de The Washington Post han asegurado que es probable que la verdad de Watergate no se hubiera sabido de no ser por las pistas que entregó Mark Felt a los periodistas.

Un traidor para algunos, buena parte de sus compatriotas y muchas personas en el mundo, consideran a Felt un héroe cívico, valioso auxiliar de una prensa valiente y responsable..

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en Junio de 2005

Presentación Power Point relacionada: Watergate2005.ppt

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